Para dimensionar la magnitud del negocio detrás del deporte rey, se ha dicho que los $220 millones de euros que el Paris Saint-Germain pagó por el jugador brasilero Neymar Jr. servirían para reconstruir Mosul, la ciudad siria hecha polvo por la guerra.
Siguiendo el esquema propuesto por el sociólogo alemán Klaus Heinemann, de la Universidad de Hamburgo, los efectos económicos de los deportes se van volviendo más trascendentales, tanto desde la perspectiva macroeconómica como desde la microeconomía.
Es así, que si la industria del fútbol fuera un país, equivaldría a la doceava economía del mundo, según estudios de esta misma universidad alemana. Según los académicos, sólo 30 países del mundo producen el Producto Interno Bruto (PIB) que el negocio del fútbol mueve anualmente, US$ 500.000 millones en actividades como pases de jugadores, publicidad en los partidos y asistencia a los estadios, entre otros negocios que se han derivado de la popularidad de este deporte.
Además, en el año 2016, la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) dio a conocer que el mundo del fútbol representaba la quinta mayor población del planeta con 330 millones de jugadores en los 2,3 millones de equipos afiliados por vía directa o indirecta a la organización.
Su impacto también se puede ver en sus territorios de influencia que hace rato dejaron de estar en Europa y América del Sur, los continentes donde primero se empezó a practicar este deporte. Ahora el mercado futbolero se ha expandido a África, Asia y el norte y el centro de América.
Estados Unidos, China, Japón, Corea del Sur y Australia, son potencias donde se ha popularizado últimamente el deporte rey. Tres de ellas (Australia, Corea del Sur y Japón) jugaron la Copa del Mundo en Rusia. Otra llora su ausencia: Estados Unidos y sus empresas como el canal de deportes Fox Sports, que puso en riesgo US$400 millones que pagó por los derechos de transmisión del mundial, y a los que poco caso hará la audiencia de ese país tras la eliminación. Por su parte, China tiene una nueva política de Estado: estar en Qatar 2022, para ser la sede del Mundial de 2026.
En todo caso, el momento en que se puede ver toda la influencia de este mercado es en cada cita mundialista. El Mundial de Brasil de 2014 fue seguido por 3.600 millones de personas por la televisión. El país anfitrión hizo una inversión total de US$ 11.520 millones en infraestructura que aportó 13.500 millones al PIB del país, mientras los turistas gastaron US$ 3.030 millones y la FIFA quedó con un saldo a favor de US$ 5.000 millones, según cifras oficiales de esta federación, que espera que los resultados monetarios de Rusia 2018 sean mejores.
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