Lección de historia: Economía en la guerra

la economía en la guerra Han sido muchos los enfrentamientos de guerra entre pueblos, imperios y naciones, los que han forjado los caminos que condujeron hasta nuestros días y han impactado todas las áreas de la sociedad, entre ellas la economía. Desde las guerras de expansión del Imperio Romano, que dictaron las bases culturales de Occidente; pasando por los movimientos revolucionarios de los siglos XVIII y XIX que permitieron la independencia de las colonias europeas, y la formación de los estados americanos como Colombia; hasta las Guerras Mundiales, que redefinieron la manera en la que se luchaban los conflictos, y la escala que podían alcanzar; todos estos eventos cambiaron las estructuras de poder, las relaciones políticas, económicas, y en algunos casos permitieron el nacimiento de las ideas liberales y democráticas. Pues bien, vale la pena ponerse en los zapatos de un ciudadano en el período de Entre Guerras (los últimos años de la década de 1920, entre la Primera y Segunda Guerra Mundial), donde la economía mundial estaba en caos, después de que la Gran Depresión (la peor crisis económica vivida en la modernidad) dejara el desempleo en niveles récord, el comercio mundial reducido a su mínima expresión, y los mercados financieros congelados por el crash de 1929 (la peor caída en la bolsa que se ha vivido en la historia de Nueva York). El escenario parecía completamente desalentador, y sin ninguna señal de recuperación. Y sólo fue hasta que el mundo nuevamente se declaró en guerra, que la economía volvió a activarse. Los hombres (por lo menos en Estados Unidos) fueron reclutados para librar las batallas bajo un salario, y la mayor parte de mujeres desempleadas, encontraron una oportunidad en las fábricas que suplían lo necesario para luchar en Europa. Aún más, después del fin de la guerra, se vivió una de las mayores etapas de prosperidad. Según el Instituto para El Nuevo Pensamiento Económico, la época en la que los salarios de la clase media y trabajadora más aumentaron en los Estados Unidos, fueron en las décadas siguientes a la Segunda Guerra Mundial. Y según el economista colombiano Salomón Kalmanovitz, lo mismo pasó en el país . En la década de 1950 y principios de 1960 Colombia vivió una de sus mejores bonanzas cafeteras, con el comercio mundial reactivado, y una gran demanda de Estados Unidos y Europa por el café. Todo esto, a simple vista, hace pensar que un conflicto podría llegar a tener consecuencias positivas para la economía e incluso para la organización social, después de todo, los estados modernos y democráticos nacieron de las guerras de independencia. Sin embargo, la otra cara de la moneda es completamente oscura, y sus consecuencias casi incalculables. El principal costo de un conflicto de guerra no se puede poner en dólares, y son las vidas que se pierden y las secuelas personales que deja en cada víctima que sobrevive. Por otro lado, la devastación de ciudades enteras, y el cese de las actividades cotidianas tienen una factura que es muy difícil de calcular. Para poner un poco en contexto el alto precio de una guerra, Bussines Insider calculó en porcentajes del total de la población, cuántas víctimas dejó la Segunda Guerra Mundial. Para los habitantes de esos años, la guerra arrasó con el 10% del total de la población mundial. Y , en países como la Unión Soviética o Polonia, el conflicto aniquiló a más del 25% de la población. Todo para un total de más 70 millones de víctimas de acuerdo con un artículo de la BBC. Quizá una guerra pueda ser una política aplaudida por los pueblos en tiempos de tensión social y política. Lo fue en la Alemania Nazi, donde la invasión a Polonia fue casi un acto heroico del momento. Sin embargo, las dos guerras mundiales son el recuerdo más reciente que tenemos de lo devastador que puede llegar a ser un conflicto internacional y las víctimas mortales que dejan, sin importar la reactivación de una economía o el crecimiento de la misma.

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